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José Mármol en el Repertorio de Gardel





n 1912 Gardel grabó la canción “Brisas de la Tarde” para el sello “Columbia”[1] y en 1917 -a dúo con Razzano, para “Nacional Odeón”[2]-, abrevió el título a “Brisas” y realizó leves modificaciones con respecto a la versión anterior.

Evidentemente, era una poesía que agradaba al cantor y a su público.

En la primera versión, como solista, cantó:


I

Llevad en vuestras alas, oh brisas pasajeras, (“de la tarde”, en la segunda)

Los huérfanos suspiros de mi secreto amor;

Amor sin esperanza, pero de que hace alarde,

Mi corazón que sufre su celestial ardor.

II

Llevadlas, y piadosas, cuando toquéis la frente

A un ángel que ha bajado con formas de mujer,

Sobre sus blancas sienes dejadlas dulcemente

Cual la única corona que puédole ofrecer.

III

Suspiro es el que nace del seno diamantino

Donde se guarda en mi alma la sensibilidad,

Único bien que nunca me arrebató el destino,

Fuente serena y pura de mi felicidad.

IV

Mi amor no es un delirio de ardiente fantasía;

Mi amor está en el alma con lágrimas de fe;

Amor que se confunde con la melancolía,

Corona de jazmines con hojas de ciprés.

 

                                   V

La veo en las estrellas, la veo en la alborada,

En las nocturnas sombras, en el ardiente sol;

Doquiera van las sombras de mi alma enamorada,

Del Sol de mis amores encuentro un arrebol.

 

Repite II y IV

 

VI

Llevad en vuestras alas, oh brisas pasajeras,

Los huérfanos suspiros a mi adorado bien;

No le digáis que la amo, pero dejad siquiera

Los huérfanos suspiros sobre su blanca sien.

 

Repite estrofa VI


Escuchar "Brisas de la tarde"(Gardel, 1912)









Escuchar "Brisas" (Gardel-Razzano, 1917)







 

Nótese que confundió el primer verso de la estrofa I con el de la VI –que no están numeradas en el original pero sí en este trabajo, para identificarlas con mayor facilidad- y dijo “Brisas pasajeras” en lugar de “Brisas de la tarde” que no solo rima con “alarde” sino que, además, dio el título a la canción.

Otro error, casi imperceptible, se observa en “llevadlas” y “dejadlas” (estrofa II) donde los artículos, por referirse a los suspiros, deberían ser masculinos (“llevadlos” y “dejadlos”).

Pero más curioso es que –siempre en 1912-, reiteró tres estrofas, convirtiendo en nueve las seis que conocía (transcriptas precedentemente). Éste es un claro indicio de que aprendió la canción en rueda de amigos y por transmisión oral, ya que folletos de la época publicaban diez estrofas, cuatro de ellas desconocidas para Gardel:




 

Tampoco ésta es la poesía completa que José Mármol escribió durante su exilio, el 20 de septiembre de 1846[3], que consta de dieciséis estrofas, fue titulada “Melancolía” y publicada en el libro “Armonías” (Montevideo, 1851 y Buenos Aires, 1854).

 

La edición uruguaya formó parte del periódico “La Semana” que dirigía el propio Mármol, lo cual indica una importante difusión, pese al índice de analfabetismo que reinaba en el Río de la Plata. Así, la poesía que nos ocupa debió ser elegida por alguien que, por saber leer, pertenecía a una selecta minoría.  

Para popularizarla se le incorporó una melodía preexistente que agradara al público. En ese pase a la oralidad, las octavillas de heptasílabos se convirtieron cuartetas de versos alejandrinos y la poesía se redujo a la mitad, sufriendo alteraciones en su mayoría leves, salvo la “infelicidad” de la estrofa tres, que al ser reemplazada por “felicidad” modificó el sentido de manera sustancial.

 


A continuación, la poesía tal como fue publicada en 1851. Es importante señalar que en aquel entonces las reglas de la Real Academia Española no regían para América y muy lejos estaba la creación de la Academia Argentina de Letras, por cuanto lo que hoy consideramos “faltas de ortografía” no lo eran en aquella época:



Llevad en vuestras álas

¡O brisas de la tarde!

Los huérfanos suspiros

De mi secreto amor;

Amor sin esperanza,

Pero de que hace alarde

Mi corazón que sufre

Su celestial ardor.

 

Llevadlos, y piadosas

Cuando toqueis la frente

De un ánjel que ha bajado

Con formas de mujer,

Sobre sus blancas sienes

Dejadlos dulcemente

Cual la única corona

Que puédole ofrecer.

 

Suspiros son que nacen

Del seno diamantino

Donde se guarda en mi alma

La sensibilidad:

Unico bien que nunca

Me arrebató el destino,

Fuente serena y pura

De mi infelicidad.

 

Mi amor no es un delirio

De ardiente fantasía;

Mi amor está en el alma

Con lágrimas y fé:

Placer que se confunde

Con la melancolía,

Corona de jazmines

Con hojas de cipré.

 

La veo en las estrellas,

La veo en la alborada,

En las nocturnas sombras,

En el radiante Sol;

Dó quiera van los ojos

De mi alma enamorada,

Del Sol de mis amores

Encuentro un arrebol.

 

Las flores me deleitan:

Su aroma y sus colores

Son hoy para mi vida

Supremo talismán.

¡Ay, triste del que ignora

La majia que las flores

Contienen para el alma

Que acongojada está!

 

Mas, ¡ay! que las estrellas,

Las flores y la aurora,

Mezclado á mis amores,

Contemplan mi dolor,

Pero si la imájen suya

Mi corazon adora,

Mi corazon la baña

Con lágrimas de amor!

 

Amor sin esperanza

Que en mi alma se alimenta

Del fuego solamente

Que en mis entrañas hay:

Ningun benigno soplo

Mi corazon alienta;

No hay pecho que recoja

De mi infortunio el ¡ay!

 

La adoro y no lo sabe;

La adoro, y su pupila

Sobre mi triste noche

No vierte claridad.

La adoro, y mientras goza

Felicidad tranquila,

De mi alma se apodera

La vivida ansiedad.

 

Llevad en vuestras álas

¡O brisa pasajera!

Mis huérfanos suspiros

A mi adorado bien:

No le digáis que la amo,

Pero dejad, siquiera,

Mis huérfanos suspiros

Sobre su blanca sien.

 

Que ignore mis amores;

Yo la amo demasiado

Para ofrecerla el pobre

Tributo de mi amor;

Si hubiera con mis manos

El Universo creado,

La diera de rodillas

Mi célico esplendor.

 

Pero ¡ay! qué puede darla

Su trovador errante,

Si no tiene en el mundo

Más bien que su Laud?

Qué flor encontraría

Para su seno amante,

Que digna le pagase

Su amor y su virtud?

 

Alma del alma mía,

Mi corazón te adora;

Adora hasta la brisa

Que se perfuma en tí;

Pero jamás mi lengua

Te contará traidora

Lo que el destino quiere

Que se reserve en mí.

 

Tan jóven y dichosa,

Tan adorada y bella,

Tan llena de esperanzas,

De porvenir y amor.

¿Qué hay de comun entonces,

Entre mi ingrata estrella

Y el astro que abrillanta

Tu vida de esplendor?

 

Mas ¡ay! la vida toda

Del pobre PEREGRINO,

Consagración eterna

De tu beldad será;

Y, al terminar un dia

Mi terrenal camino,

Sobre el eterno Cielo

Mi amor te esperará!

 

Llevad en vuestras álas

¡O brisa pasajera!

Mis huérfanos suspiros

A mi adorado bien.

No le digais que la amo;

Pero dejad siquiera

Mis huérfanos suspiros

Sobre su blanca sien.





















































 


Las últimas seis estrofas –destacadas en rojo- no se encuentran en el cancionero que ilustra esta nota, es decir que en las primeras décadas del siglo XX habían caído en el olvido o resultaban desconocidas para el público masivo.

La eliminación no fue antojadiza. Ya el autor había dividido la poesía en dos partes al incluir en la mitad la misma estrofa elegida para el final:

Llevad en vuestras álas

¡O brisa pasajera!

Mis huérfanos suspiros

A mi adorado bien.

No le digais que la amo;

Pero dejad siquiera

Mis huérfanos suspiros

Sobre su blanca sien.

 

En síntesis, se respetó la división creada por José Mármol y solo la primera parte de la poesía se convirtió en canción. 

No se conocen otras páginas suyas en el repertorio porteño y las razones saltan a la vista: No era un poeta popular. Su lenguaje de academia, sus expresiones castizas inusuales en el Río de la Plata eran ajenas al gran público. Aun así, las blancas sienes se convirtieron en una imagen recurrente en las letras de tango, aunque refiriéndose a las canas de la edad madura y no a la piel femenina, como sucede en "Brisas de la tarde".  

Un indicativo de la época de la creación de esta canción como tal podría encontrarse en la melodía. Según los especialistas, pertenecería al payador Arturo Mathon, cuyo debut discográfico coincidió con el de Gardel (en 1912 para el sello “Columbia”). 

Lógico es deducir entonces que se trataba de una canción de moda, razón determinante para que Gardel incorporara a su repertorio esta página del autor de “Amalia”.




Ana Turón

Azul, marzo 26 de 2022


FUENTES CONSULTADAS:

Libros:

BENEDETTI, Héctor Ángel: “Gardel en 1912”. Editions de la rue du Canon d’Arcole. Buenos Aires, 2005

DEL GRECO, Orlando. “Carlos Gardel y los Autores de sus canciones”. Ed. Akian. Bs. As., 1990

MÁRMOL, José.   “Armonías”. Montevideo, 1851.

 

Internet:

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/armonias-de-jose-marmol-primera-version-manuscrita/html/2790df02-a0fb-11e1-b1fb-00163ebf5e63_2.html

 YOUTUBE de Eugenio Pacheco Magallanes

 Archivo Personal

 



[1] Disco T 638, matriz 56.759-1, con el acompañamiento de la guitarra de Gardel

[2] Disco N 18-002 lado A matriz N 30, con el acompañamiento de José Ricardo

[3] Aunque tachada, ésa es la fecha que consta en los manuscritos de José Mármol