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Gardel y Alberto Vaccarezza en la Costa Azul






l 6 de febrero de 1936, cuando Alberto Vaccarezza[1] despidió los restos de Gardel en el Cementerio de la Chacarita, recordó: “cantaste, en fin, para mí solo, junto a la Costa Azul aquella noche de plata que me hiciste llorar de belleza y lejanía”, según lo registrado por "Antena" en su edición del 15 de febrero que reproducimos a continuación:

“Fue con el dinero que ganó con ‘El Conventillo de la Paloma’, un suceso fenomenal que superó las mil representaciones y además, el viaje fue para celebrar las Bodas de Plata matrimoniales”, recuerdan sus familiares. Ambos hechos están documentados y nos orientan en cuanto a fechas: El sainete se estrenó el 5 de abril de 1929 en el Teatro Nacional y Alberto Vaccarezza había contraído enlace con Amanda el 14 de abril de 1906, de manera que cumplieron sus 25 años de matrimonio en abril de 1931.




Precisamente ese año Gardel actuó en el “Palais de la Mediterranée” desde el 15 de enero hasta fines de febrero. Finalizados sus compromisos artísticos permaneció en Niza -donde conoció a Charles Chaplin- hasta la segunda mitad del mes de abril.

Gardel en Niza, durante el festejo de cumpleaños de Charles Chaplin (16 de abril)



Ya en París, el 1 de mayo firmó contrato con la empresa cinematográfica Paramount y pronto comenzó el rodaje de “Luces de Buenos Aires” en Saint-Maurice[2] mientras actuaba en el teatro “Palace”; luego grabó discos y el 8 de julio celebró el aniversario de la Independencia Argentina. La prolija cronología de Miguel Ángel Morena no ha registrado sus pasos hasta el 21 de agosto, fecha de su arribo a Buenos Aires, de manera tuvo tiempo para trasladarse a la Costa Azul a disfrutar de unos días de descanso antes de embarcarse.

En búsqueda de mayores precisiones, señalamos que los descendientes de Alberto Vaccarezza no recuerdan ninguna mención al jockey Irineo Leguisamo, quien estuvo en Niza durante el carnaval (febrero), luego viajó a París y desembarcó en Buenos Aires el 3 de abril de 1931. En esta retrospección restamos los doce a quince días del viaje marítimo y el tiempo que pudo permanecer en París (serían razonables otros diez o quince días) y llegamos a la conclusión de que para desencontrarse con Leguisamo, Vaccarezza debió llegar a Niza no antes de marzo.

Tampoco recuerdan nuestros cronistas ninguna mención a Charles Chaplin, quien llegó a Niza el 31 de marzo y el 8 de abril presenció el estreno de “Luces de la ciudad” en Montecarlo.

Estas omisiones nos desconciertan porque, de haber coincidido en geografías tan pequeñas, Vaccarezza lo habría recordado y comentado a los suyos.

Otro cabo que permanece suelto es el festejo de su propio cumpleaños del 1 de abril, imposible de olvidar si transcurrió en altamar o a orillas del Mediterráneo, pero nadie recuerda ninguna mención a esta circunstancia que habría sido de gran ayuda para precisar la fecha de su encuentro con Gardel.

Pese a la información perdida en el tiempo, la existente indica que el episodio que motiva este artículo pudo producirse entre marzo y abril de 1931 (primavera) o entre el 8 de julio y los primeros días de agosto (comienzo del otoño): La familia Vaccarezza estaba en Europa y Gardel en Francia sin compromisos artísticos.




La Inolvidable Serenata
  

El recuerdo familiar refiere que en Niza Alberto Vaccarezza, su esposa Amanda y su hijo Juan Isidro se alojaban en el hotel “Negresco”.

Un atardecer el matrimonio salió con Gardel -a quien conocían desde muchos años- y otra persona cuyo nombre nadie recuerda. Paseaba despaciosamente la volanta por las calles de Niza, en un crepúsculo plateado por la luna.

Amanda no pudo resistir y le pidió:

      -      Cantame algo, Carlos

De inmediato Gardel satisfizo el pedido y, a su paso, la gente lo reconocía y le ofrecía afectuosos saludos convirtiendo la calle en una improvisada platea y los balcones, en palcos de privilegio.. Sin interrumpir su canto, agradecía con la mano mientras los ojos de sus amigos brillaban de emoción y de nostalgia.




Inevitablemente surge una pregunta: Qué pudo haber cantado Gardel en esa función exclusiva para sus amigos, en plena calle nizarda, a la luz de la luna? Ese detalle, tan importante para nosotros, se perdió en el olvido. Intentemos una aproximación:

    1)  Si hubiese cantado alguno de los temas de Vaccarezza que integraban su repertorio[3], Don Alberto o su esposa lo habrían mencionado, por cuanto descartamos esta posibilidad.

      2)   Si el encuentro se produjo en marzo o abril, pudo cantar alguno de los temas que llevó al disco en mayo: “Querencia” (cifra de A. Chiriff – F. Silva Valdez), “Anclao en París” (tango de G. Barbieri – E. Cadícamo), “Madre hay una sola” (tango de A. Bardi – J. De la Vega), “Como abrazao a un rencor” (tango de R. Rossi – A. Podestá), “Fondín de Pedro Mendoza” (tango de R. De los Hoyos – L. C. Amadori – I.Pelay), “Gotas de Veneno” (tango de A. Tavarozzi – J.C. Welker), “Hasta que ardan los candiles” (ranchera de F. Pracánico – D. Novillo Quiroga), “Riojana mía” (vals de A. Río), “Confesión” (tango de E.S. Discepolo – L.C.Amadori) o las canciones francesas “Déjà” (J. Lenoir – E. Aivaz) y “Folie” (A. Nilsson Fysher).

     3)  Si el encuentro se produjo entre el 8 de julio y los primeros días de agosto (cuando embarcó en el “Comte Verde” de regreso a la Argentina), a la nómina anterior pudo agregar “Tomo y Obligo” (tango de Gardel y Manuel Romero) o “El Rosal” (canción de Gerardo Matos Rodríguez y Manuel Romero), que integraban su reciente película “Luces de Buenos Aires”.

Nunca sabremos cuál fue el título elegido por Gardel para aquella ocasión. 
Por tratarse del pedido de una dama tal vez excluyera versos del tenor de “Tomo y Obligo” (“de las mujeres mejor no hay que hablar / todas, amigo, dan muy mal pago”) y optara por otros más líricos. Las palabras de Vaccarezza referidas a su llanto “de belleza y lejanía” podrían indicar que la interpretación de Gardel haya estado estrechamente vinculada con Buenos Aires. En tal caso podría tratarse de “Anclao en París”, versos apropiados para la circunstancia y el auditorio: “Cómo habrá cambiado tu calle Corrientes, Suipacha, Esmeralda, tu mismo arrabal. Alguien me ha contado que estás floreciente y un juego de calles se da en diagonal…



En el Casino de Montecarlo


En Montecarlo la familia Vaccarezza se hospedó en el “Hotel de Paris” situado frente al famoso casino. Juan Isidro, de 18 años, salió a comprar los cigarrillos que su padre le había encargado pero desvió su camino hacia las tentadoras salas de juego.



Había ganado muchas fichas cuando alguien le tocó el hombro. Era Gardel.

-Pibe, ¿qué hacés acá?

           -Uuy Don Carlos, el viejo me mandó a comprar cigarrillos y yo entré y ¡mire, estoy ganando!

 Gardel vio el montón de fichas y le dijo:

-¿Todas esas fichas son tuyas?

- sí

-¡Vení, vamos a cambiar y te acompaño al hotel porque tu viejo te va a matar!

 Efectivamente, al llegar al hotel, Vaccarezza muy enojado increpó a su hijo:

-¿Dónde te habías metido, atorrante? 

Gardel, interrumpiendo, le respondió: "¡Callate, callate, que el pibe te va a hacer una colcha con todos estos francos!"  y le empezó a tirar, uno por uno, los billetes de 100 sobre la cama, ante el asombro de Alberto y Amanda Vaccarezza.




No hemos podido establecer la fecha de partida de la familia Vaccarezza rumbo a Europa, pero sus descendientes refieren que viajaron en la lujosa primera clase del “Giulio Cesare” (donde los hombres cenaban de esmoquin o frac y las damas, de largo) con destino a Génova y que llevaron el Packard negro para movilizarse con mayor libertad. Todo indica que Niza fue la primera escala de un largo viaje, adonde habrían llegado en auto, bordeando el Mediterráneo. 

En mayo de 1941 Alberto Vaccarezza revivió esas vacaciones en una poesía que en principio tituló “Itinerario” y luego corrigió por “El viaje”:



Te he llevado en mi coche por todos los caminos,
Nos embarcamos juntos en naves de ultramar,
Y puertos y ciudades, hoteles y casinos,
Continuamente unidos nos vieron desfilar.

¡Oh, sueño de aquel viaje que intentaré fijarlo…!
En el carnet de mi alma pinté cada país;
Con sus azules días a Niza y Montecarlo
Y sus brillantes luces las noches de París.

Alucinadamente corrimos por las calles
De la deslumbradora ciudad de Baudelaire
¡Qué hermosa era la tarde que fuimos a Versalles!
¡Oh, Francia, quién nos diera volverte a recorrer!

Cruzamos hacia Italia por la montaña recia
Hasta llegar al borde del muelle San Julián,
Y ver, tras los dormidos canales de Venecia,
Las torres de Boloña y el duomo de Milán.

¡Rivera genovesa que ya no he de bordearte!
Por curvas carreteras de nuestro afán en pos
Nos fuimos a Florencia a emborracharnos de Arte
Y a hacerle luego en Roma una visita a Dios.

Y poseídos siempre de nuestro mal creciente,
De Nápoles la bella, en una noche azul,
Sonambulescamente zarpamos para Oriente
Hasta besar las playas doradas de Estambul.

De la moderna Cairo febril y babilónica
A Tierra Santa fuimos con santa devoción,
Soñamos en Atenas y oímos en Salónica
La romancesca fabla de Lope y Calderón.

No sé cómo arribamos a la divina Hungría
Con la fatiga huraña del viaje a los soviets
¡Ah, quién volviera a verte como te vi aquel día
En el inolvidable Kursall de Budapest!...

La música de Strauss en los cafés de Viena
Parece que suspira mejor en el violín.
Y al filo de una noche magnífica y serena,
Viramos por la ruta de Munich a Berlín.

Vertiginosamente de la germana tierra
Pasamos a Bruselas, llegamos a Calais…
¡Qué rojo era aquel barco que nos llevó a Inglaterra
Y al puerto de Lisboa nos transportó después!

En lusitanos campos de sugestión extraña
Grabaron los neumáticos nuestro rodar veloz,
Y en un glorioso día a la valiente España
Entramos por la puerta del pétreo Badajoz.

En Mérida la vieja volaron nuestros sueños
Sobre el romano circo de la vetusta lid
Y desde los maduros trigales extremeños,
En una sola etapa llegamos a Madrid.

La hospitalaria gente alegre y decidora,
Clamor de pregoneros en la Puerta del Sol.
Por el motivo triste que más de un pueblo llora
Graciosamente ríe y canta el español.

Al Pardo y Molineros como una blanca novia
Cuarenta noches claras conmigo te llevé,
Y fuimos a Toledo y fuimos a Segovia
Y a Salamanca que nunca olvidaré.

Y pues que trasponiendo los llanos de Castilla
Galicia y la Vasconia concluíamos de ver,
Camino de la Mancha, bajamos a Sevilla
La tierra del moreno Jesús del gran poder.

Piadosamente dulce, cristianamente buena,
Antes de ir al Alcázar y al barrio Santa Cruz
Quisiste que te viera la virgen Macarena
Y al verte vio en tus ojos dos lágrimas de luz.

Te ungió con sus donaires la gracia sevillana
Y por la plana senda del húmedo arrozal
Nos vio pasar florida la vega valenciana,
Sagunto, Tarragona y la ciudad Condal.

¿Adónde vamos, alma? Ya hemos corrido tanto
Que en este mundo viejo no se podrá seguir.
América nos llama. Se acaba ya mi canto.
Nostalgias de la tierra… volvamos a partir.

Y el mar, el mar de nuevo. La larga cabalgata
Del barco en el oleaje, la costa del Brasil…
¡Río! ¡Montevideo… el aleonado Plata!
Y al fin de Buenos Aires se escalonó el perfil.

Los últimos reflejos de un neblinoso día
Del barco en que partimos nos vieron descender…
¿Adónde estás ahora, oh blanca novia mía,
Que desde aquella tarde ya no te he vuelto a ver?

¿Adónde estás ahora…? De luengas tierras traje
Esta inquietante fiebre de andar, andar y andar…
Pero me alienta el sueño de que al final del viaje
La tierra de mi tierra mi sueño ha de borrar.


Si bien fue escrita cuando ya habían transcurrido diez años, difícilmente contenga inexactitudes por las características del viaje (por lo prolongado, por los lugares que visitó y porque fue el único que realizó con su esposa). Eligió un micrófono radial para darla a conocer, mientras Amanda aplaudía junto al aparato receptor de su casa y repetía emocionada “¡muy linda, Alberto, muy linda!” sin presentir que nunca más volvería a verlo: Adhelma Falcón había irrumpido en la vida del sainetista, pero ésa es otra historia…
  

El matrimonio Vaccarezza en Italia, durante el viaje de 1931.


En cuanto al viaje que motivó este artículo, es oportuna la información obrante en el registro del Centro Estudios Migratorios de Latinoamérica (CEMLA), donde consta que regresaron el 28 de agosto de 1931 en el “Duilio”, proveniente de Génova.  






Una semana antes, Gardel había regresado en el “Comte Verde”.

Ambos amigos se reencontraban en teatros porteños y reuniones de camaradería artística, pero aquel episodio de la Costa Azul quedaría en la memoria de Alberto, Amanda y Juan Isidro Vaccarezza hasta el fin de sus días.


Ana Turón – Antonio Vaccarezza[4]
 Azul - Buenos Aires, 8 de julio dee 2017 


Agradecimientos:
GALOPA, Georges: Por los artículos periodísticos de Niza que informan la llegada de Charles Chaplin y su visita a Mónaco.
VACCAREZZA, Mercedes[5]: Por acompañarnos en este trabajo.

Fuentes consultadas:
C.E.M.L.A. (Centro de Estudios Migratorios Latinoamericano)
DEL GRECO, Orlando: Carlos Gardel y los Autores de sus Canciones. Akian, 1990
FRANCO, Lily: Alberto Vaccarezza. Ediciones Culturales Argentinas, 1975.
LEGUISAMO, Irineo: De Punta a Punta. Sesenta años en el Turf. Ed. Emecé, 1982.
MORENA, Miguel Ángel. Historia Artística de Carlos Gardel. Estudio Cronológico. Edición definitiva. Ed. Corregidor, 2008.




[1] Bartolomé Ángel Venancio Vaccarezza (1-IV-1886 / 6-VIII-1959) Autor de unos doscientos sainetes, tangos y guiones cinematográficos, desarrolló una intensa actividad cultural y gremial que incluyó la Presidencia de Argentores y Casa del Teatro

[2] Ver “La Paramount y el Tango Silencio”,  de Georges Galopa

[3] Gardel  grabó trece de los treinta y tres temas (en su mayoría tangos) que Alberto Vaccarezza escribió, casi siempre para sus sainetes:  “La Copa del Olvido”, “Talán…Talán”, “Araca, Corazón”, “Padre Nuestro”, “Otario que andás penando”, “Francesita”, “No le digas que la quiero”, “Adiós, que te vaya bien”, “Eche Otra Caña, Pulpero” (con músicas de Enrique Delfino); “Adiós Para Siempre”, “No Me Tires Con La Tapa De La Olla”, “El Poncho Del Amor” (en coautoría con Antonio Scatasso) y “El Carrerito” (con música de Raúl De Los Hoyos).

[4] Nieto de Alberto y Amanda Vaccarezza, recogió las anécdotas aquí relatadas de labios de su abuela.

[5] Hija de Alberto Vaccarezza y su segunda esposa, María Angélica Delbene.