La prohibición del
lunfardo y la consecuente modificación de las letras que el tango había sufrido
en los ’40 y ‘50 significó una amputación cultural sólo revertida parcialmente
por la labor de la Academia Porteña del Lunfardo, que puso el lenguaje orillero
al alcance de los intelectuales más exquisitos. De la misma manera, otras
aristas del tango se fueron distorsionando por la incomprensión de su esencia y
mientras asociaciones intermedias trabajaban en este homenaje al arte de Gardel,
el gobierno porteño rechazaba la propuesta de crearle un museo “porque era hijo
natural”.
Párrafo aparte merece
el contenido social de tantas letras, magistralmente sintetizado en
“Cambalache” (de E. Discépolo), cuya difusión estaba prohibida cuando Ben Molar
transitaba su difícil gestión.
En este escenario de
negativas e indiferencias –que no son exclusivas de los gobiernos de facto-, el
Decreto N° 5830/77 de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires del 29 de
noviembre de 1977 tuvo un significado superlativo y se lo celebró en el Luna
Park, con Julio De Caro como invitado de honor y un público de quince mil
personas que le cantó el “feliz cumpleaños”. Pero se trataba de un decreto
local y se pretendía que la efemérides alcanzara a todos los simpatizantes que esta
expresión filosófica y artística había ganado en todos los puntos del país. La
oportunidad llegó de inmediato, cuando la Secretaría de Cultura de la Nación organizaba
una velada tanguera en el Teatro Nacional Cervantes y a cambio de su
colaboración Ben Molar solicitó la aprobación del Decreto n° 3781/77 del 19 de
diciembre de 1977, en el que quedó establecido el “Día Nacional del Tango” para
todos los 11 de diciembre.
Los
Homenajeados:
La elección de la fecha
no fue antojadiza. Había muchos proyectos de homenajes a Gardel (1890-1935) que
no se concretaron por falta de apoyo oficial (una calle, un monumento, el
mencionado museo). Su estilo inconfundible constituyó una verdadera escuela para
las generaciones de cantores que le sucedieron, compuso páginas deliciosas y
fue, ante todo, un transgresor. Julio De Caro (1899-1980), por su parte, generó
una revolución musical con sus innovaciones. Hijo de un Director de la Scala de
Milán y formado en una estricta rigidez, sumó a sus conocimientos académicos la
rebeldía que lo llevó a abandonar su casa ante la incomprensión de su padre.
Trabajaron juntos en la
película “Luces de Buenos Aires”, protagonizada por Gardel, Gloria Guzmán,
Sofía Bozán y Pedro Quartucci (Dir. Adelqui Millar, Saint-Maurice, Francia, 1931),
donde vemos a De Caro con su violín acompañando a Gardel
en el tango “Tomo y Obligo”[2].
Se habían conocido en
Buenos Aires y compartieron no pocas noches de tango y de garufa. Un homenaje acertado para esta fecha es una página del libro
de Julio De Caro “El Tango en mis Recuerdos” (Ed. Centurión, 1964) que reseña
el encuentro de
GARDEL,
DE CARO Y CHAPLIN EN NIZA
Instalada
la orquesta en el escenario, medio descorrido el telón, y yo a punto de hacer
mi primera presentación en el "Palais de la Mediterranée",
impresionado por la dimensión de aquel salón colmado de público, sentí vacilar
mis piernas... , y no era para menos poderse a duras penas, mantener en pie ...
por sobrehumano esfuerzo. En ese crucial instante, abierto el cortinado, se
dejó oír una voz en francés, partiendo de la multitud, requiriendo un minuto de
silencio:
-Señoras y señores, he viajado ex profeso
desde París a esta maravillosa Costa Azul, no esta vez para admirar su paisaje,
sino para acompañar en su noche de debut a este compatriota mío, gran
intérprete del tango argentino en su patria que, al igual que yo, les brindará
lo mejor de su espíritu en la música, y
ya que ustedes me dispensaran el aplauso del éxito, pido otro para Julio De
Caro sabiéndolo de antemano merecedor de él, por ser su orquesta típica, bajo
su conducción, en la actualidad una de las mejores (textuales palabras). A
vuestro criterio dejo el consagrarlo
también, en esta noble y grande Francia, después que valoren su
actuación y composiciones suyas.
Terminado
el discurso, ya acostumbrado a la luz de los reflectores, pude localizar a
Carlos Gardel, parado al lado de su kilométrica mesa, cuyos invitados serían
unas cien personas, entre damas y caballeros, destacándose elegantísimo dentro
de su impecable frac; y, aparte de su voz, hasta hoy jamás igualada, diré en su
honor que también su persona fue milagro de evolución, quedando muy atrás y en
el olvido, aquel "Morocho del Abasto" de los primeros tiempos.
Su
perfecta dicción, queriendo hablar con propiedad, sin esfuerzo ni afectación
alguna, como también en el saber llevar la prendas del vestir, y aseguro sin
temor de equivocarme que, de haber tenido el cultivo necesario en sus años
infantiles, habría sido grande en
cualquier otro renglón profesional, si la vida le hubiese tendido una mano;
pero mejor dejarlo como Dios quiso, porque así tuvimos al cantor de todos los
tiempos, y este regalo no nos lo quita nadie.
-Tras sus palabras de enorme aliento, renació
mi calma, cambiando de inmediato la primera pieza programada, "El
entrerriano", por "Tierra negra" (de Noli y Graciano de Leone)
la que, atacada en su comienzo por Laurenz con una llamada de bandoneón, fue
tal el impacto en el auditorio que aún resuena en mis oídos aquella ovación.
Nuestra
labor debía durar media hora, y prolongada a la fuerza, otra media más,
cerrando con un pedido de Charlie Chaplin (Carlitos), ahí presente,
empeñadísimo en bailar "El monito", tango que tuvo que ser bisado
infinitas veces.
(…)
Aunque
la finalidad de nuestra orquesta, al contratarnos, fue exclusivamente para ser
escuchada (como concierto), este empeño del astro inglés me hizo quebrantar lo
propuesto y, en menos "de lo que canta un gallo", tras cartón,
retirando las mesas los mismos ocupantes, enloquecidos con la brillante idea
del astro, lo siguieron y con ello, a partir de esa apoteótica velada, por
doquier fuéramos acompañándonos del éxito, precedidos por la prensa con los más
halagadores comentarios.
Como
"nobleza obliga" creo no equivocarme al decir que, en parte, tanto
laurel ofrendado se debe a la espontánea y generosa presentación de Carlos
Gardel; sin ella, quién sabe si lo habríamos logrado.... Entre otras
personalidades estelares que conocí
personalmente ahí, mencionaré a Jack Hilton, grande del jazz como director de
orquesta, dejándole varios discos míos en recuerdo de aquel saludo amistoso que
me enviase a la Argentina, con el director técnico del sello "Victor"
y con Francisco Canaro, cuando fuera a EE.UU.
Ana Turón
Azul, diciembre 10 de 2017
Publicado en el Diario "El Tiempo" de Azul, con un encabezado que no me pertenece
y presenta dos "posibles" (?) fechas de nacimiento de Gardel: 1887 y 1890,
pese a haberse comprobado que la primera no es correcta.
[1] Moisés Smolarchick Brenner (1915-2015) fue autor, compositor, difusor, promotor artístico, productor discográfico, miembro
de la Academia Nacional del Tango y de la Academia Porteña del Lunfardo por
cuya trayectoria mereciera, entre otras, la distinción de Ciudadano Ilustre de Buenos Aires
[2]
También se ve al bandoneonista Pedro Láurenz. Fuera de cámara, el piano de
Francisco De Caro.