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11 de Diciembre: Día del Tango






acia 1966 el polifacético Ben Molar[1] comenzó sus gestiones para instaurar el “Día del Tango” el 11 de diciembre, conmemorando los nacimientos de Carlos Gardel y Julio De Caro. La iniciativa contó con la adhesión de numerosas asociaciones culturales, pero era difícil su concreción en medio de la manifiesta antipatía de los gobiernos militares hacia las expresiones populares.

La prohibición del lunfardo y la consecuente modificación de las letras que el tango había sufrido en los ’40 y ‘50 significó una amputación cultural sólo revertida parcialmente por la labor de la Academia Porteña del Lunfardo, que puso el lenguaje orillero al alcance de los intelectuales más exquisitos. De la misma manera, otras aristas del tango se fueron distorsionando por la incomprensión de su esencia y mientras asociaciones intermedias trabajaban en este homenaje al arte de Gardel, el gobierno porteño rechazaba la propuesta de crearle un museo “porque era hijo natural”.

Párrafo aparte merece el contenido social de tantas letras, magistralmente sintetizado en “Cambalache” (de E. Discépolo), cuya difusión estaba prohibida cuando Ben Molar transitaba su difícil gestión. 

En este escenario de negativas e indiferencias –que no son exclusivas de los gobiernos de facto-, el Decreto N° 5830/77 de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires del 29 de noviembre de 1977 tuvo un significado superlativo y se lo celebró en el Luna Park, con Julio De Caro como invitado de honor y un público de quince mil personas que le cantó el “feliz cumpleaños”. Pero se trataba de un decreto local y se pretendía que la efemérides alcanzara a todos los simpatizantes que esta expresión filosófica y artística había ganado en todos los puntos del país. La oportunidad llegó de inmediato, cuando la Secretaría de Cultura de la Nación organizaba una velada tanguera en el Teatro Nacional Cervantes y a cambio de su colaboración Ben Molar solicitó la aprobación del Decreto n° 3781/77 del 19 de diciembre de 1977, en el que quedó establecido el “Día Nacional del Tango” para todos los 11 de diciembre.


Los Homenajeados:

La elección de la fecha no fue antojadiza. Había muchos proyectos de homenajes a Gardel (1890-1935) que no se concretaron por falta de apoyo oficial (una calle, un monumento, el mencionado museo). Su estilo inconfundible constituyó una verdadera escuela para las generaciones de cantores que le sucedieron, compuso páginas deliciosas y fue, ante todo, un transgresor. Julio De Caro (1899-1980), por su parte, generó una revolución musical con sus innovaciones. Hijo de un Director de la Scala de Milán y formado en una estricta rigidez, sumó a sus conocimientos académicos la rebeldía que lo llevó a abandonar su casa ante la incomprensión de su padre.

Trabajaron juntos en la película “Luces de Buenos Aires”, protagonizada por Gardel, Gloria Guzmán, Sofía Bozán y Pedro Quartucci (Dir. Adelqui Millar, Saint-Maurice, Francia, 1931), donde vemos a De Caro con su violín acompañando a Gardel en el tango “Tomo y Obligo”[2].

Se habían conocido en Buenos Aires y compartieron no pocas noches de tango y de garufa. Un homenaje acertado para esta fecha es una página del libro de Julio De Caro “El Tango en mis Recuerdos” (Ed. Centurión, 1964) que reseña el encuentro de


GARDEL, DE CARO Y CHAPLIN EN NIZA


Instalada la orquesta en el escenario, medio descorrido el telón, y yo a punto de hacer mi primera presentación en el "Palais de la Mediterranée", impresionado por la dimensión de aquel salón colmado de público, sentí vacilar mis piernas... , y no era para menos poderse a duras penas, mantener en pie ... por sobrehumano esfuerzo. En ese crucial instante, abierto el cortinado, se dejó oír una voz en francés, partiendo de la multitud, requiriendo un minuto de silencio:

-Señoras y señores, he viajado ex profeso desde París a esta maravillosa Costa Azul, no esta vez para admirar su paisaje, sino para acompañar en su noche de debut a este compatriota mío, gran intérprete del tango argentino en su patria que, al igual que yo, les brindará lo mejor de su espíritu en la música,  y ya que ustedes me dispensaran el aplauso del éxito, pido otro para Julio De Caro sabiéndolo de antemano merecedor de él, por ser su orquesta típica, bajo su conducción, en la actualidad una de las mejores (textuales palabras). A vuestro criterio dejo el consagrarlo  también, en esta noble y grande Francia, después que valoren su actuación y composiciones suyas.

Terminado el discurso, ya acostumbrado a la luz de los reflectores, pude localizar a Carlos Gardel, parado al lado de su kilométrica mesa, cuyos invitados serían unas cien personas, entre damas y caballeros, destacándose elegantísimo dentro de su impecable frac; y, aparte de su voz, hasta hoy jamás igualada, diré en su honor que también su persona fue milagro de evolución, quedando muy atrás y en el olvido, aquel "Morocho del Abasto" de los primeros tiempos.

Su perfecta dicción, queriendo hablar con propiedad, sin esfuerzo ni afectación alguna, como también en el saber llevar la prendas del vestir, y aseguro sin temor de equivocarme que, de haber tenido el cultivo necesario en sus años infantiles, habría sido grande  en cualquier otro renglón profesional, si la vida le hubiese tendido una mano; pero mejor dejarlo como Dios quiso, porque así tuvimos al cantor de todos los tiempos, y este regalo no nos lo quita nadie.

  -Tras sus palabras de enorme aliento, renació mi calma, cambiando de inmediato la primera pieza programada, "El entrerriano", por "Tierra negra" (de Noli y Graciano de Leone) la que, atacada en su comienzo por Laurenz con una llamada de bandoneón, fue tal el impacto en el auditorio que aún resuena en mis oídos aquella ovación.

Nuestra labor debía durar media hora, y prolongada a la fuerza, otra media más, cerrando con un pedido de Charlie Chaplin (Carlitos), ahí presente, empeñadísimo en bailar "El monito", tango que tuvo que ser bisado infinitas veces.
(…)
Aunque la finalidad de nuestra orquesta, al contratarnos, fue exclusivamente para ser escuchada (como concierto), este empeño del astro inglés me hizo quebrantar lo propuesto y, en menos "de lo que canta un gallo", tras cartón, retirando las mesas los mismos ocupantes, enloquecidos con la brillante idea del astro, lo siguieron y con ello, a partir de esa apoteótica velada, por doquier fuéramos acompañándonos del éxito, precedidos por la prensa con los más halagadores comentarios. 

Como "nobleza obliga" creo no equivocarme al decir que, en parte, tanto laurel ofrendado se debe a la espontánea y generosa presentación de Carlos Gardel; sin ella, quién sabe si lo habríamos logrado.... Entre otras personalidades estelares  que conocí personalmente ahí, mencionaré a Jack Hilton, grande del jazz como director de orquesta, dejándole varios discos míos en recuerdo de aquel saludo amistoso que me enviase a la Argentina, con el director técnico del sello "Victor" y con Francisco Canaro, cuando fuera a EE.UU.



































Ana Turón
Azul, diciembre 10 de 2017

Publicado en el Diario "El Tiempo" de Azul, con un encabezado que no me pertenece 
y presenta dos "posibles" (?) fechas de nacimiento de Gardel: 1887 y 1890, 
pese a haberse comprobado que la primera no es correcta.



[1] Moisés Smolarchick Brenner (1915-2015) fue autor, compositor, difusor, promotor artístico, productor discográfico, miembro de la Academia Nacional del Tango y de la Academia Porteña del Lunfardo por cuya trayectoria mereciera, entre otras, la distinción de Ciudadano Ilustre de Buenos Aires
[2] También se ve al bandoneonista Pedro Láurenz. Fuera de cámara, el piano de Francisco De Caro.