l cumplirse un nuevo aniversario del accidente en el que perecieron Gardel y sus colaboradores[1], es inevitable un repaso por la gira artística que se truncó en Medellín. Como anticipándose a nuestros deseos, Nicolás Díaz plasmó sus vivencias en “Últimos Diez Días de Carlos Gardel”, libro publicado en noviembre de 1935. Empresario teatral y representante en Bogotá de Cine Colombia S.A., había conocido a Gardel en París “a fines del año 27”[2] y confiesa sin tapujos que “…el hombre nos antipatizaba (…) pues el maître nos cobraba el doble por la botella de champaña. (…) Sus películas (…) me hacían una impresión penosa (…) No podía comprender que aquel hombrecito delgaducho y escuálido hiciese prorrumpir a las multitudes en delirios de aplauso. ¡Pero es que yo no conocía al hombre!”
Así, en negritas, como pidiendo perdón,
inicia Nicolás Díaz las páginas escritas bajo el efecto de emociones dolorosas.
En tono ameno y lenguaje coloquial, ofrece una semblanza de los integrantes de
la comitiva sin ocultar su creciente admiración por Gardel: “Yo he conocido media docena de hombres
célebres en más o menos relativa intimidad (…) Maurice Maeterlinkck (…), Blasco
Ibáñez (…), Zamacois (..), pero nunca conocí una popularidad igual a la de
Gardel; nunca oí un timbre de teléfono tan insistente en sus habitaciones;
nunca vi una cauda tan luminosa de mujeres pendientes de un astro literario,
teatral o cinematográfico…”
En uno de sus capítulos refiere que un
lunes –día de descanso-, mientras paseaba con Gardel por los suburbios del
norte de Bogotá, “un funcionario de
policía, tosco y repugnante, se empeñó en que el artista debía concurrir a su
despacho para rendir declaración sobre el robo que les hicieron el día de su
llegada. Se recordará que a Azaff, su tercer secretario, le escamotearon en el
aeródromo la cartera que contenía cheques, dinero y papeles sin los cuales no
podía volver a entrar a Estados Unidos. Se nos introdujo a una oficina mísera y
pestilente. ‘El Rey del Tango’ estaba de mal humor.”
Gardel, ajeno a los trámites del
damnificado, pidió las explicaciones del caso y minutos más tarde pudo
retirarse de las oficinas. “Todo lo que
él ansiaba era un barato reclame. Quería darse el lujo de haber obligado al
artista famoso a concurrir a su despacio sucio y pestilente”, finaliza
Nicolás Díaz luego de un “no lo menciono
para no honrarlo”.
(Seguramente muchos de sus admiradores
habríamos hecho uso de alguna picardía similar para estrechar la mano del Zorzal
Criollo. Y él nos habría devuelto una sonrisa grande al descubrirnos).
24 de junio de 1935. Gardel junto Nicolás Díaz en el aeropuerto de Techo (Bogotá), momentos antes de partir rumbo a Medellín |
Ana Turón
Azul, junio 22 de 2019
[1]
Junto a Gardel fallecieron: Ernesto Samper Mendoza (piloto), Willys Beninngton
Foster Stuart (radio operador y aprendiz de mecánico), Guillermo Barbieri
(guitarrista), Alfredo Le Pera (colaborador literario), José Corpas Moreno
(secretario), Celedonio Palacios (empresario), Henry Swartz, (promotor de
espectáculos). Alfonso Azzaf falleció el 25 y el guitarrista Ángel Domingo
Riverol, en la madrugada del 26 de junio. Sobrevivieron: José María Aguilar
(guitarrista), José Plaja (secretario y maestro de inglés) y Grant Flynn
(tripulante).
Las víctimas del otro avión
involucrado fueron: Hans Ulrich Thom (piloto), Hartmann Fuerst (mecánico), Juan
Hernando Castillo (tripulante) y los pasajeros Guillermo Escobar Vélez
(escritor), Estanislao Zuleta Ferrer (abogado), Lester Wallack Strauss
(representante del sello “Universal”) y Jorge Moreno Olano (banquero)