Por tal razón, consideré que el libro “Últimos diez días de
Carlos Gardel”, escrito por Nicolás Díaz y publicado en Bogotá en noviembre de
1935, merecía total confianza. Los recuerdos estaban frescos en su memoria de
empresario y el tiempo transcurrido no era tanto.
Así, el 22 de junio de 2019, ante la proximidad de un nuevo
aniversario del accidente que costó la vida del cantor, incluí un pasaje de ese
libro en el artículo titulado “Gardel ‘demorado’ por la policía de
Bogotá”:
"Hoy lunes descansa", informaba la prensa colombiana del 17 de junio de 1935 |
En uno de sus capítulos
(Díaz) refiere que un lunes –día de descanso-, mientras paseaba con Gardel por
los suburbios del norte de Bogotá, “un funcionario de policía, tosco y
repugnante, se empeñó en que el artista debía concurrir a su despacho para
rendir declaración sobre el robo que les hicieron el día de su llegada. Se
recordará que a Azaff, su tercer secretario, le escamotearon en el aeródromo la
cartera que contenía cheques, dinero y papeles sin los cuales no podía volver a
entrar a Estados Unidos. Se nos introdujo a una oficina mísera y pestilente.
‘El Rey del Tango’ estaba de mal humor.”
Gardel, ajeno a los
trámites del damnificado, pidió las explicaciones del caso y minutos más tarde
pudo retirarse de las oficinas. “Todo lo que él ansiaba era un barato reclame.
Quería darse el lujo de haber obligado al artista famoso a concurrir a su
despacio sucio y pestilente”, finaliza Nicolás Díaz luego de un “no lo menciono
para no honrarlo”.
El relato de Nicolás Díaz no se condice con la realidad.
En
un interesante artículo publicado por la revista colombiana “El Malpensante” en mayo de 2019
el investigador Jaime Andrés Monsalve[1],
devela con solvente respaldo documental las verdaderas razones del incidente.
Gardel había llegado a Bogotá el 14 de junio de 1935. Fueron
a recibirlo unas 10.000 personas que rompieron los cordones policiales e
invadieron la pista de aterrizaje, obligando al piloto a
remontar vuelo y descender en una zona libre de admiradores. Gardel no pudo llegar al hotel por causa del gentío, intervino la policía y le robaron la billetera
en poder de Alfonso Azaff. Esa misma noche debutó en el Teatro Real hasta el 16; del 18 al 21 se presentó en el
Olympia; el 21 ofreció una cena en el Restaurant Francés; los días 22 y 23
volvió a presentarse en el Real.
El lunes 17, día de descanso, pasearon por el
norte de la ciudad: Chapinero, Usaquén, Serrezuelita. Allí, Gardel descendió
del auto y se adentró en los campos floridos, según los recuerdos de Nicolás
Díaz que Monsalve amplía: “Luego tomaron
camino de regreso a la ciudad a bordo del potente automóvil Auburn que un
distribuidor había prestado para uso exclusivo del cantor. La comitiva se
hospedaba en el Hotel Granada, en la calle 14 con carrera séptima, avenida que
a esa altura y hasta la calle primera llevaba el nombre de Calle Real. No
sabemos a ciencia cierta si Gardel, Díaz y los demás asistentes a la tarde de campo
volvían rumbo al hotel cuando se desencadenaron los hechos.”
“El genial tanguista había solicitado permiso para transitar en su automóvil por la Calle Real, entre calles 11 y 14, lo cual es prohibido. Este permiso le fue negado. Sin embargo ayer, contraviniendo todas las disposiciones que rigen la materia, Gardel pasó con su automóvil por ese sector”, informa una nota de prensa a la que Monsalve agrega que al músico lo
condujeron, de acuerdo con la información del diario, hasta el llamado
Permanente de Circulación, “donde fue detenido hasta que pagó una multa” y
profundiza en el valor de la sanción: Cuarenta pesos alcanzaban para comprar
136 kilos (12 arrobas) de carne sabanera de primera calidad o invitar a 121
amigos esa noche al concierto del Teatro Olympia, en localidad económica.
Ante la noticia, el diario barranquillero “El Heraldo”, -que
había llamado a Gardel “huésped grato de Barranquilla”-, publicó un desafortunado
texto, sin firma:
“Estos artistas
internacionales, que recorren los más diversos países en jiras [sic] de tangos
y películas, llegan a las ciudades de Colombia como a las prolongaciones de su
tierra, permitiéndose aquí libertades que nunca se tomaron allá.
Cada villa que recorren
sus pasos es una ínsula, en donde lo mismo se puede demostrar el ingenio que
exhibir la mayor parte de las simplezas. Igual salir a la calle con pieles de esquimales
que en una total desnudez. Estos países apenas son buenos para extraerles la plata
que producen.
...Vuelve Carlos Gardel
al pináculo de la actualidad, cuando ha ganado en pocas horas más de siete mil
pesos. Lo asalta el deseo violento de pasear en automóvil, manejando él, por la
Calle Real. Eleva una solicitud y se le niega el permiso.
En Buenos Aires, en
Asunción, no habría nunca violado los reglamentos.
Ni aquí tampoco los
volverá a violar. Se le puso una multa de cuarenta pesos.
Cuarenta pesos más que
quedan en Colombia del dinero que ha ganado Carlos Gardel”.
Al día siguiente Gardel hizo su descargo público que el diario “El Tiempo” incluyó en su edición del 19 de junio:
Bogotá, 18 de junio de
1935
Señor director de El
Tiempo
Distinguido señor:
El Espectador de ayer
anuncia mi detención con motivo de una infracción de tráfico. La noticia es
inexacta y no me queda más remedio que decirlo así aun a riesgo de desencantar
al amable redactor de la gacetilla.
Lo ocurrido es bien
simple: advertido de que el conductor de mi automóvil había sido detenido, fui
a la dirección de tráfico con mi amigo, señor Álvaro Reyes, a solicitar su
libertad. Allí fuimos atendidos con una cortesía y dedicación que agradezco.
Yo no conozco, claro
está, el tráfico bogotano, pero presumo que la policía tenía razón en aplicar
una multa existiendo la infracción. Lo curioso y humorístico es que,
precisamente en mi auto, viajaban durante mi temporada del Real dos policías
uniformados que sabían del tráfico y sus complicadas leyes tanto como yo. No es
raro, entonces, que mi chofer se creyera suficientemente protegido contra todas
las multas imaginables.
Muchas gracias por la
hospitalidad que usted quiera dar a estas líneas. Aprovecho la oportunidad para
saludarle muy expresivamente.
S. S.,
Carlos Gardel
Es por todos sabido que Gardel no conducía automóviles y en Buenos Aires había contratado a Antonio Sumaje (“el Aviador”)
para tal efecto, mientras que, como bien señala Monsalve, “el conductor del Auburn bogotano nunca fue mencionado con nombre propio
ni en el libro de Nicolás Díaz ni en las policiales de prensa. De la misma
manera, Díaz omite cualquier información sobre quien supuestamente acompañó al
cantor a la estación policial: el empresario Álvaro Reyes, representante para
Colombia de la Paramount Pictures, empresa con la que había rodado sus filmes
en Francia y Estados Unidos”.
Gardel y Álvaro Reyes en el Gun Club de Bogotá |
Una vez más, la historia se enfrenta a los testimonios y los
vence.
Vaya un profundo agradecimiento al trabajo paciente y honesto de
Jaime Monsalve y a la revista “El Malpensante” por facilitar la documentación
precedente y autorizar su publicación.
Para acceder al artículo original, suscríbase en este link: https://www.elmalpensante.com/articulo/4180/un_tropezon_cualquiera_da_en_la_vida
Para acceder al artículo original, suscríbase en este link: https://www.elmalpensante.com/articulo/4180/un_tropezon_cualquiera_da_en_la_vida
Ana Turón
Azul, abril 19 de 2020
[1] Autor de “Carlos Gardel,
Cuesta Arriba en su Rodada” (2005), coautor de “Jazz en Bogotá”, Jefe Musical
de Radio Nacional de Colombia, colaborador y miembro del comité editorial de la revista "El Malpensante"