En la primera versión, como solista, cantó:
I Llevad en vuestras alas, oh brisas pasajeras, (“de la tarde”, en la segunda) Los huérfanos suspiros de mi secreto amor; Amor sin esperanza, pero de que hace alarde, Mi corazón que sufre su celestial ardor. II Llevadlas, y piadosas, cuando toquéis la frente A un ángel que ha bajado con formas de mujer, Sobre sus blancas sienes dejadlas dulcemente Cual la única corona que puédole ofrecer. III Suspiro es el que nace del seno diamantino Donde se guarda en mi alma la sensibilidad, Único bien que nunca me arrebató el destino, Fuente serena y pura de mi felicidad. IV Mi amor no es un delirio de ardiente fantasía; Mi amor está en el alma con lágrimas de fe; Amor que se confunde con la melancolía, Corona de jazmines con hojas de ciprés.
V La veo en las estrellas, la veo en la alborada, En las nocturnas sombras, en el ardiente sol; Doquiera van las sombras de mi alma enamorada, Del Sol de mis amores encuentro un arrebol.
Repite II y IV
VI Llevad en vuestras alas, oh brisas pasajeras, Los huérfanos suspiros a mi adorado bien; No le digáis que la amo, pero dejad siquiera Los huérfanos suspiros sobre su blanca sien.
Repite estrofa VI |
Escuchar "Brisas de la tarde"(Gardel, 1912) Escuchar "Brisas" (Gardel-Razzano, 1917) |
Nótese
que confundió el primer verso de la estrofa I con el de la VI –que no están numeradas en el original
pero sí en este trabajo, para identificarlas con mayor facilidad- y dijo
“Brisas pasajeras” en lugar de “Brisas de la tarde” que no solo rima con “alarde” sino que, además, dio
el título a la canción.
Otro
error, casi imperceptible, se observa en “llevadlas” y “dejadlas” (estrofa II)
donde los artículos, por referirse a los suspiros, deberían ser masculinos
(“llevadlos” y “dejadlos”).
Pero
más curioso es que –siempre en 1912-, reiteró tres estrofas, convirtiendo en
nueve las seis que conocía (transcriptas precedentemente). Éste es un claro
indicio de que aprendió la canción en rueda de amigos y por transmisión oral,
ya que folletos de la época publicaban diez estrofas, cuatro de
ellas desconocidas para Gardel:
Tampoco ésta es la poesía completa que José Mármol escribió durante su exilio, el 20 de septiembre de 1846[3], que consta de dieciséis estrofas, fue titulada “Melancolía” y publicada en el libro “Armonías” (Montevideo, 1851 y Buenos Aires, 1854).
La
edición uruguaya formó parte del periódico “La Semana” que dirigía el propio
Mármol, lo cual indica una importante difusión, pese al índice de analfabetismo
que reinaba en el Río de la Plata. Así, la poesía
que nos ocupa debió ser elegida por alguien que, por saber leer, pertenecía a
una selecta minoría.
Para
popularizarla se le incorporó una melodía preexistente que agradara al público. En ese pase a la oralidad, las octavillas de heptasílabos se convirtieron
cuartetas de versos alejandrinos y la poesía se redujo a la mitad, sufriendo alteraciones
en su mayoría leves, salvo la “infelicidad” de la estrofa tres, que al ser
reemplazada por “felicidad” modificó el sentido de manera sustancial.
A
continuación, la poesía tal como fue publicada en 1851. Es importante señalar que
en aquel entonces las reglas de la Real Academia Española no regían para
América y muy lejos estaba la creación de la Academia Argentina de Letras, por
cuanto lo que hoy consideramos “faltas de ortografía” no lo eran en aquella
época:
Llevad en vuestras álas ¡O brisas de la tarde! Los huérfanos suspiros De mi secreto amor; Amor sin esperanza, Pero de que hace alarde Mi corazón que sufre Su celestial ardor.
Llevadlos, y piadosas Cuando toqueis la frente De un ánjel que ha bajado Con formas de mujer, Sobre sus blancas sienes Dejadlos dulcemente Cual la única corona Que puédole ofrecer.
Suspiros son que nacen Del seno diamantino Donde se guarda en mi alma La sensibilidad: Unico bien que nunca Me arrebató el destino, Fuente serena y pura De mi infelicidad.
Mi amor no es un delirio De ardiente fantasía; Mi amor está en el alma Con lágrimas y fé: Placer que se confunde Con la melancolía, Corona de jazmines Con hojas de cipré.
La veo en las estrellas, La veo en la alborada, En las nocturnas sombras, En el radiante Sol; Dó quiera van los ojos De mi alma enamorada, Del Sol de mis amores Encuentro un arrebol.
Las flores me deleitan: Su aroma y sus colores Son hoy para mi vida Supremo talismán. ¡Ay, triste del que ignora La majia que las flores Contienen para el alma Que acongojada está!
Mas, ¡ay! que las estrellas, Las flores y la aurora, Mezclado á mis amores, Contemplan mi dolor, Pero si la imájen suya Mi corazon adora, Mi corazon la baña Con lágrimas de amor!
Amor sin esperanza Que en mi alma se alimenta Del fuego solamente Que en mis entrañas hay: Ningun benigno soplo Mi corazon alienta; No hay pecho que recoja De mi infortunio el ¡ay!
La adoro y no lo sabe; La adoro, y su pupila Sobre mi triste noche No vierte claridad. La adoro, y mientras goza Felicidad tranquila, De mi alma se apodera La vivida ansiedad.
Llevad en vuestras álas ¡O brisa pasajera! Mis huérfanos suspiros A mi adorado bien: No le digáis que la amo, Pero dejad, siquiera, Mis huérfanos suspiros Sobre su blanca sien.
Que ignore mis amores; Yo la amo demasiado Para ofrecerla el pobre Tributo de mi amor; Si hubiera con mis manos El Universo creado, La diera de rodillas Mi célico esplendor.
Pero ¡ay! qué puede darla Su trovador errante, Si no tiene en el mundo Más bien que su Laud? Qué flor encontraría Para su seno amante, Que digna le pagase Su amor y su virtud?
Alma del alma mía, Mi corazón te adora; Adora hasta la brisa Que se perfuma en tí; Pero jamás mi lengua Te contará traidora Lo que el destino quiere Que se reserve en mí.
Tan jóven y dichosa, Tan adorada y bella, Tan llena de esperanzas, De porvenir y amor. ¿Qué hay de comun entonces, Entre mi ingrata estrella Y el astro que abrillanta Tu vida de esplendor?
Mas ¡ay! la vida toda Del pobre PEREGRINO, Consagración eterna De tu beldad será; Y, al terminar un dia Mi terrenal camino, Sobre el eterno Cielo Mi amor te esperará!
Llevad en vuestras álas ¡O brisa pasajera! Mis huérfanos suspiros A mi adorado bien. No le digais que la amo; Pero dejad siquiera Mis huérfanos suspiros Sobre su blanca sien. |
Las
últimas seis estrofas –destacadas en rojo- no se encuentran en el cancionero
que ilustra esta nota, es decir que en las primeras décadas del siglo XX habían
caído en el olvido o resultaban desconocidas para el público masivo.
La
eliminación no fue antojadiza. Ya el autor había dividido la poesía en dos partes al incluir en la mitad la misma estrofa elegida para el final:
Llevad en vuestras álas
¡O brisa pasajera!
Mis huérfanos suspiros
A mi adorado bien.
No le digais que la amo;
Pero dejad siquiera
Mis huérfanos suspiros
Sobre su blanca sien.
Un indicativo de la época de la creación de esta canción como tal podría encontrarse en la melodía. Según los especialistas, pertenecería al payador Arturo Mathon, cuyo debut discográfico coincidió con el de Gardel (en 1912 para el sello “Columbia”).
Lógico es deducir entonces que se trataba de una canción de moda, razón determinante
para que Gardel incorporara a su repertorio esta página del autor de “Amalia”.
FUENTES
CONSULTADAS:
Libros:
BENEDETTI,
Héctor Ángel: “Gardel en 1912”. Editions de la rue du Canon d’Arcole. Buenos
Aires, 2005
DEL
GRECO, Orlando. “Carlos Gardel y los Autores de sus canciones”. Ed. Akian. Bs.
As., 1990
MÁRMOL,
José. “Armonías”. Montevideo, 1851.
Internet:
YOUTUBE de Eugenio Pacheco Magallanes