Nacido en Bahía Blanca en 1915,
se graduó de bachiller en el Colegio Nacional “Esteban Echeverría” de esta
ciudad en 1931 y al año siguiente participó de la fundación de la Agrupación
Artística “Maná” junto a María Alex Urrutia Artieda y Alberto López Claro,
referencia que lo sitúa en el escenario cultural de la época y nos habla de su
formación, inquietudes y calidad literaria.
Alfredo Rafaelli Sarandría
Hacia finales de los años ’30 ya lo encontramos radicado en La Plata, donde
falleció el 7 de julio de 1946. Pronto su viuda, la actriz y directora teatral
Gladis Livia Lugano, representó sus piezas “La Leyenda de Ante” (o “Callfú”) y
“El ataúd de la Orquídea” no sólo en el Tinglado “Alfredo Rafaelli Sarandría”
de la capital provincial sino también en el Teatro Cervantes de Buenos Aires,
donde en enero de 1947 la primera de las obras resultó ganadora del Concurso
Nacional de Teatro Vocacional organizado por el I.N.E.T.
Su producción poética consta de
“Palabras para la que se fue” (1938) y “Decir” (1946), libros reunidos en 1951
por el Centro Cultural “Horizontes” de Azul bajo el título de “Antología
Poética”. Este volumen incluyó además trabajos inéditos y elogiosas críticas de
los diarios porteños “La Prensa” y “La Nación”. No se trató de una edición
comercial sino de una reducida tirada impresa en los talleres gráficos del
Diario “Del Pueblo” que tuvo como principal objetivo fundamentar el proyecto
que culminó con la Ordenanza Municipal N° 5 del 14 de junio de 1952, mediante
la cual se impuso el nombre de Alfredo Rafaelli Sarandría a la “Isla de los
Poetas” del Parque Municipal. La iniciativa obedeció a que en ese lugar el
artista encontraba la inspiración para sus versos y contó con el apoyo de Juana
de Ibarbourou, cuyo prólogo expresa “Y
Azul le va a dar su nombre a un lugar del parque donde él acostumbraba a pasear
soñando, junto al arroyo. Rafaelli ha de tener allí ‘El Bosque Perfecto’, SU
BOSQUE PERFECTO. (…) Él, que presentía, amaba y nombraba a Rosaluz, volverá a
su parque o a su calle de Azul, a buscarla en la sombra mecida de los árboles,
bajo la clara y fantasmagórica amistad de la luna o junto al agua que murmura
cosas que, si las comprendiéramos claramente, tal vez nos dieran noticias de
tantos seres amados… (…) Yo que no creo
en la muerte tal como horriblemente se la concibe (silencio, mudez, sordera,
soledad, término) reclamo para la voz predestinada de Rafaelli un verde parque
y una orilla de río en su pueblo azul, para que su alma siga musitándonos
versos en el viento. Escuchad, amigos”. Por entonces Juana de Ibarbourou o
“Juana de América” (1892-1979) era miembro de la Academia Nacional de Letras y
Presidente de la Sociedad Uruguaya de Escritores, por cuanto sus palabras
seguramente constituyeron un argumento de importancia al momento de elaborar,
estudiar y aprobar la Ordenanza.
Son sólo cuatro las páginas
escritas en Azul que el Centro Cultural “Horizontes” publicó en la “Antología
Poética”. Forman parte del capítulo titulado “Inéditos”, por cuanto se deduce
que los originales estaban en manos amigas, inspiradoras y destinatarias de estas
poesías. Publicarlas es una forma de recuperar una pequeña historia de la
cultura azuleña.
SI PUDIERA EXPLICARTE
¡Buenas noches amiga! Buenas
noches de veras
Al influjo oportuno de tu credo
optimista,
Este invierno parece revivir primaveras
Y avivar mis dormidas inquietudes
de artista:
Tengo un verso en la pluma, todo
arrullo y ternura,
Una rima en el alma que caricia
asemeja,
Una loca alegría que parece
dulzura,
Y una rara sonrisa que brotó de
una queja…
¡Cuántas cosas extrañas que
explicarme no acierto!
¡Cuánta música nueva sobre el
parque dormido!
Resucita en las frondas un
recuerdo ya muerto,
Y el recuerdo es tan bello que
supera el olvido…
¡Buenas noches, amiga, pese al
frío y al viento!
¡Buenas noches, aunque no haya
una estrella!
Si pudiera explicarte la alegría
que siento!...
En tus ojos la vida se refleja
tan bella!
Azul, 1932
LA CAJITA DE MÚSICA
(Cuando la amiga nos mira
con esos ojos de novia…)
Dice la monótona cajita de música
La misma tonada de siempre:
A su voz arrullaba su idilio
Tu abuelito cuando era una niña.
A su voz hizo todo el noviazgo
Tu madre cuando era una linda
doncella…
Y me han dicho tu madre y tu
abuela
Que “era suave, muy suave su
acento”!
¡Ha llegado de pronto la noche!
¡Qué cosas extrañas hoy siento,
amiguita…!
Recién… ¿escuchaste qué suave
Cantó la cajita de música?
Azul, 1932
AMIGA
Amiga, si algún día yo tomo otro
camino;
Si un día no lejano la mano del
destino
Te impulsa hacia otras tierras
exóticas y extrañas;
Si un día nos separan los mares y
montañas;
Si un día, no sé cuándo, tal vez
mañana mismo,
Mediara entre nosotros la cima o
el abismo;
Si un día, por dos rutas
distintas, nos perdemos
En busca de la gloria, y nunca
más volvemos;
Si un día tienes miedo de haber
andado tanto,
Marchitas ya las rosas que daban
el encanto
(así que se alejaban los trenes y
las barcas)
A todos los paisajes de todas las
comarcas;
Si un día tienes miedo, (otoño de
tu risa),
De haber amado mucho, de haber
vivido a prisa;
Si un día no te lleva consuelo la
plegaria
Y, en medio de las gentes, te
sientes solitaria;
Recuerda que, en un pueblo
perdido en la distancia,
(verás que la nostalgia es música
y fragancia)
Tenías un amigo que amaba las
estrellas
Y, a veces, era un poco
sentimental por ellas;
Recuerda que tu amigo, acaso por
simpleza,
Creía en la ternura, el bien y la
belleza,
Y al margen de los textos
jurídicos perversos
En horas infantiles, rimaba algunos
versos;
Recuérdame, muchacha, recuérdame
y recita
Mis versos de estudiante que un
día fue a la cita,
Y ya no volvió nunca… (su cita
fue la meta
Que, haciéndolo más triste, lo
hizo más poeta)…
Verás cómo, llegando de nuevo
hasta tu lado,
Sabré olvidar, discreto, lo mucho
que he cambiado;
Así como en el cuento que siempre
nos encanta,
Tú harás gorjear el “Pájaro Azul”
que ya no canta;
Y, luego, como en días felices,
ya distantes,
Seremos nuevamente los malos
estudiantes
Que andaban por el parque, sencillos
y traviesos,
Soñando con novelas de risas y de
besos.
Azul, 1934
SERENIDAD
Amigo, no me quejo,
La vida ha sido buena
Conmigo: en este pueblo,
La pena es menos pena.
Las horas van pasando
Sin prisa, y yo las miro
Pasar, desde mi alto
Balcón, sin un suspiro.
No tengo la impaciencia
Que otrora conociste,
Ni pongo cara seria
Cuando me siento triste;
No busco novia… es raro,
¿no es cierto? Mas no creas
Que pudo el desengaño
Barrer con mis ideas;
Las horas de la tarde
Entre mi andar pausado;
Y cuando ya la sombra
Coopera con la intriga
Me espera, bondadosa,
El alma de mi amiga…
Así se va la vida,
Amigo, y no me quejo…
Sin inquietud ni pena
Me voy poniendo viejo!
Azul, 1934
Ana Turón
Publicado por el diario "El Tiempo" de Azul del 4 de junio de 2017