zul es Ciudad Cervantina de Raíces Pampas. Pero entre el Quijote y Catriel, una gran variedad de etnias se encontró en este centro bonaerense para darnos el toque tan especial, tan único de ser como somos. Andan por nuestras calles el Tano, el Vasco, el Turco, el Ruso… honrando con sus apodos a aquellos abuelos que tal vez desconocieran al Hidalgo de La Mancha tanto como a Cipriano.
Todas esas idiosincrasias confluyeron
natural y espontáneamente en el tango cuyos cortes, quebradas y firuletes
trascienden las coreografías. Hay que ser más que poeta para decir que la vida es una herida absurda[1]
o tanto dolor hace reír[2],
reflexiones que sólo pudieron nacer de la soledad y el desamparo de aquellos extranjeros
deglutidos por el desierto
inconmensurable de Esteban Echeverría[3].
No es tarea sencilla comprenderlos
en el Siglo XXI. Es necesario compenetrarnos en sus costumbres diarias, ahondar
en el habla popular hasta el alma misma de las palabras, en la mentalidad de la
época, en los valores éticos, en los códigos.
Sólo pensando como ellos pensaban podremos sentir
al tango quienes estamos generacionalmente lejos de aquellos inmigrantes y
tenemos en la sangre un encuentro de culturas.
Por eso mi primer libro fue un
diccionario de lunfardo, para entender el canto de ese Gardel que había
empezado a cautivarme. Asomaba Marcel Proust[4]
y su tiempo perdido en aquellas madreselvas
en flor que me vieron nacer[5],
el ubi sunt de Manrique[6]
en Tiempos Viejos[7]
y el carpe diem era tan frecuente que
pronto supe que el tango no era sólo del suburbio porteño: Hay un mensaje
universal en los versos rantifusos de esos poetas que se nutrían de Homero.
A más de ochenta años de la muerte
de Gardel se puede conocer al hombre, su arte y su entorno si contamos con las
adecuadas fuentes de consulta. El “Museo del Libro Gardel y su
Tiempo” no es otra cosa que parte de mi biblioteca personal, bautizada así
cuando el Concejo Deliberante aprobó su apertura al público y su posterior
legado a mi ciudad[8]con
el deseo de anexarla –sin mezclar- a las colecciones Cervantina y Hernandiana
del Dr. Bartolomé Ronco. “Azul, Capital del Libro” era un sueño de fácil
concreción que, por razones que desconozco, se desvaneció a poco de iniciar su
camino.
Ajena a los laberintos de la
política –no por falta de compromiso
sino por falta de credibilidad-,
mientras esperaba los resultados del proyecto que creía en silenciosa evolución,
busqué cuidadosamente un nombre con identidad. No había entonces en Argentina
ningún “Museo del Libro” y, previendo que podrían crearse, elegí el “Gardel y
su Tiempo” que lo definiera. Ideé un
logo con un viejo monograma de papá, como para sentir menos su ausencia; la
efigie del monumento de Azul a Gardel como un homenaje a mis maestros y un
libro que, por razones obvias, debía estar abierto. Mi boceto fue corregido por
un diseñador de España que, rigiéndose por los píxeles y otras cuestiones
técnicas, reemplazó el precario monograma por bellísimas iniciales que murmuran
en secreto el Avelino que llevo en mí.
Si el logo es una síntesis de mi
vida y de mi esencia, la biblioteca y colección no representa menos.
Cada uno de estos libros tiene su
historia y su valor: éste, por difícil; aquél, porque fue un regalo; éste por incunable
y aquél, por autografiado… Valoraciones a veces independientes del contenido
convirtieron mi biblioteca en colección de libros, la única referida al tema:
las reediciones me interesaron por corregidas y aumentadas; las traducciones,
como práctica durante mis incursiones en lenguas extranjeras. Pero, lo más
importante, indican el interés de un público en constante crecimiento a nivel
mundial.
Más de cien países visitan el
blog, consultan las investigaciones, disfrutan los videos, escriben, preguntan…
Desde la cuna ancestral del Tano, del
Vasco, del Ruso internautas anónimos se reconocen, se reencuentran, redescubren
sus historias y se hermanan a esta Ciudad Cervantina de Raíces Pampas por medio
del tango de Gardel.
[1]
“La última curda”, tango de José González Castillo con música de Aníbal Troilo
[2]
“Soy un arlequín”, tango de Enrique Santos Discépolo.
[3]
Ver “La Cautiva”, 1870
[4]
Escritor francés (1871-1922) cuya novela “En busca del tiempo perdido” es una
de las obras cumbres de la literatura del Siglo XX.
[5]
“Madreselva”, tango de F. Canaro y Luis C. Amadori
[6]
Escritor español (1440-1479). Ver “Coplas a la muerte de su padre”
[7]
“¿Dónde están los muchachos de entonces / barra antigua de ayer dónde estás…?”
“Tiempos Viejos”, tango de Francisco Canaro y Manuel Romero
[8]
La biblioteca/colección fue declarada de Interés Municipal por Resolución N° 2595
de octubre de 2007 y un mes más tarde de Interés Legislativo por la Cámara de
Diputados de la Provincia de Buenos Aires, Expediente D-1960/07-08. Luego, el silencio.