Ver EL REGRESO DE LOS RESTOS DE GARDEL Y EL ERROR DE INVOLUCRAR A BOTANA
Sin embargo, los informes del campo de
aviación fueron contundentes: “Seguidamente fue levantado el cadáver de CARLOS
GARDEL hallado boca abajo y pisado por las válvulas de uno de los motores.
Tiene una cadena de oro sin reloj, como especie de pulsera, en una muñeca.
Colgada de la ropa una cadena fina con unas llaves y una chapetica que tiene
una leyenda así: ‘CARLOS GARDEL – JUAN JUAREZ[1] 735 –
BUENOS AIRES’. A un lado del cadáver papeles quemados y uno de ellos con
anotaciones de música.”
Una vez identificados los cuerpos –a
excepción de Le Pera, Barbieri y Corpas Moreno, irreconocibles por la acción
del fuego-, se procedió a las necropsias: “CARLOS GARDEL, hallado en decúbito
ventral bajo las válvulas de un motor (…) Presenta quemaduras de 4º, 5º y 6º
grados generalizadas y sangre en la región temporal, el pómulo y ojo derechos.
Por causa de la quemadura están descubiertas las costillas en la cara externa
del hemitórax derecho, el tercio inferior del fémur de este lado, el tercio
inferior del fémur izquierdo y la tibia del mismo lado, debido a la
carbonización de los tejidos blandos que los cubrían; igualmente, por causa de
la incineración faltan ambos pies.”
“La posición en que fue hallado,
inclinado sobre el costado izquierdo, le protegió la región pectoral y la cara
interna del brazo del mismo lado, la que sólo estaba levemente quemada. Las
extremidades de los dedos, las últimas falanges, fueron consumidas por el
fuego, igual que todas las partes blandas de la cara: nariz, ojos, pómulos,
orejas y cuero cabelludo. Causó verdadera admiración entre los médicos y
personas que le vieron en la Morgue, la belleza y blancura de los dientes”,
señala el investigador colombiano Carlos Bueno Correa.
El cuerpo no pudo embalsamarse por el
estado de las venas, pero lo conservaron vertiéndole cloroformo por la boca y
envolviéndolo en una sustancia química a base de aserrín, corcho y cal. Luego lo
depositaron en una caja de zinc debidamente soldada que, a su vez, se colocó en
un ataúd y fue llevado al cementerio de Medellín, donde permaneció por casi
seis meses[2].
Al exhumarlo, el 17 de diciembre de 1935
a las 15:00 en presencia de las autoridades legales y médicas de aquella ciudad
colombiana, Armando Defino debió “…cubrir el ataúd, que mostraba signos de mal
estado debido al tiempo de encierro, con una caja de zinc debidamente revestida
de tela impermeable, para sufrir las inclemencias del tiempo…” durante su
traslado primero hasta Nueva York y luego a la Argentina.
Exhumación del cuerpo de Gardel en Medellín |
El 5 de febrero de 1936 el diario
“Crítica” detalló la llegada a Buenos Aires: “El pesado cajón de madera fue
conducido a una sala del desembarcadero, donde se procedió a quitar al ataúd de
la madera de que estaba revestido. Dos carpinteros procedieron a la tarea que
duró un cuarto de hora. Finalmente el ataúd que contiene los restos de Gardel,
libre de embalaje pero conservando un segundo cajón exterior, fue entregado a
los miembros de la Comisión de Homenaje y a los amigos.”
En el Luna Park, momentos previos al velatorio (nótese el martillo). En primer plano, Armando Defino y Francisco Canaro |
El velorio se realizó en el Luna Park,
cedido gentilmente por Ismael C. Pace y José Lectoure. Allí, un reducido grupo
de amigos, entre quienes se encontraba el músico Francisco Canaro, tuvo el
doloroso privilegio de ver lo que nadie querría: “Los restos venían en un cajón
rústico y ordinario, de madera sin lustrar siquiera…. Pedimos a don Jaime
Yankelevich que comprara un ataúd decente y él, que sentía admiración y cariño
por Carlitos, accedió… En el mismo Luna
Park se efectuó la tarea de cambiar los restos de féretro, y, al abrirse el
cajón en que venían los mismos desde Colombia, encontramos al cadáver de Gardel
quemado con el brazo derecho cubriéndose
la cara, denotando que, en el paroxismo de la desesperación, en un esfuerzo
instintivo atinó a salvar la cara de las llamas que lo envolvían; el rostro
totalmente chamuscado dejaba al descubierto la blancura de su hermosa dentadura…”
La información errónea, malévola y
amarillista que sigue circulando exige la difusión de los párrafos
precedentes, por desagradable que resulte su lectura. Por esta razón omitimos
las fotografías tomadas en el campo de aviación y publicadas en trabajos
especializados, e instamos a periodistas, escritores, ensayistas,
historiadores, gestores culturales, editores y público en general a privilegiar
la documentación técnica por sobre las leyendas que atentan contra la verdad
histórica y desvirtúan la vida (y la muerte) de Carlos Gardel.
Ana Turón
Azul, junio 24 de 2022
FUENTES DE CONSULTA:
BUENO CORREA, Carlos. “Punto Final. La verdad sobre la muerte de Carlos Gardel”. Medellín (Colombia), Ed. Álvarez, 1985
CANARO, Francisco. “Mis Memorias. Mis bodas de oro con el tango”. Buenos Aires (Argentina), Corregidor, 1999
DEFINO, Armando. “Carlos Gardel. La verdad de una vida. Buenos Aires (Argentina), Compañía Fabril Editora, 1968